Desprotocolizar la vida infantil es una urgencia
Resumo
Los protocolos sanitarios, aunque fueron esenciales durante las etapas más críticas de la pandemia, han perdido vigencia a medida que la situación sanitaria mejora y se comprende mejor la enfermedad. Actualmente, generan una sensación de alarma innecesaria en los entornos donde los niños desarrollan su vida cotidiana. Tras tres años de disrupción infantil y con una inmunidad poblacional elevada, es urgente abandonar muchas de las restricciones impuestas, abriendo un diálogo social que evalúe sus efectos. Esta postura se respalda en datos nacionales e internacionales, así como en investigaciones científicas recientes, y en la preocupación por el impacto negativo que estas medidas tienen sobre una generación de niñas, niños y adolescentes, afectando su bienestar a corto, mediano y largo plazo.
La vacunación ha proporcionado una protección efectiva para maestros, familias y personal escolar, lo que hace innecesarias medidas como el uso continuo de máscaras en las aulas. Las escuelas han reflejado la circulación comunitaria del virus, pero no han sido focos de contagio primarios. Incluso, el período con mayor número de contagios se dio con las escuelas cerradas. La salud infantil implica mucho más que la ausencia de COVID-19; es necesario aceptar que el virus llegó para quedarse y, por ello, priorizar el retorno a una vida normal. Los protocolos actuales, que discriminan por estado vacunal y fomentan testeo excesivo, solo perpetúan disrupciones educativas. La niñez no puede seguir sujeta a una vida protocolizada; recuperar la normalidad es urgente e indispensable.
Downloads
1