EXTENDED ABSTRACT

This research, derived from my master's thesis in Cultural Studies Sabidurías guerrilleras: acerca del proceso de formación en las FARC-EP (1982-2016) (Guerrilla knowledge. About the FARC-EP’s formation process (1982-2016)), explores the importance of the insurgent archive in the context of the armed conflict in Colombia. The study argues that the preservation and examination of these archives constitute a political act that challenges official narratives and existing power structures.

The insurgent archive, comprising a wide range of materials including documents, photographs, objects, poems, songs, and oral histories that survived censorship and destruction, offers alternative perspectives on the Colombian conflict. This work emphasizes the importance of recovering and studying guerrilla materials, which open a window into the cultural and educational practices of the FARC-EP guerrilla.

The reflections aim to highlight the daily cultural activities of the FARC-EP, including cultural sessions, artistic creations, and political formations. These practices played a crucial role in shaping the guerrilla's worldview and collective memory. By focusing our gaze on these archives, we can delve into unique knowledge about the daily life, political project, and symbolic universe of the guerrilla - aspects that are often overlooked or omitted in official narratives.

Examining the insurgent archive allows for a more nuanced and complex understanding of the Colombian conflict. This approach challenges the monolithic and dehumanizing narratives about the FARC-EP, offering another perspective on guerrilla life.

This work serves as a call for the continued preservation and study of insurgent archives. These materials are not only historical artifacts but living testimonies that can inform our understanding of conflict, resistance, and the guerrilla experience. This approach to studying guerrilla groups and armed conflict has broader implications for conflict studies, Cultural Studies, and peacebuilding efforts.

By bringing these overlooked perspectives to light, the research aims to contribute to a multifaceted historical record of Colombia's conflict. It underlines the potential of these archives to foster dialogue, challenge official memory, and ultimately contribute to reconciliation and peacebuilding processes in Colombia.

1. INTRODUCCIÓN

“Luchar como se vive y vivir como se lucha”— como reafirmación de la experiencia y de los saberes en tanto semillero de la memoria de la resistencia campesina.

Fuente: (Pinheiro Barbosa, 2015, p. 36)

Digamos que eso de recuperar a nuestros muertos, eso de sacarlos del olvido y ponerlos en el preciso significado de lo que fueron y son, en el campo de la historia deberá ser, a la manera como lo indica el historiador marxista Walter Benjamin en sus Tesis de la filosofía de la historia: “fijando una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro”. Como el antídoto contra la resignación y el conformismo, encendiendo en lo pasado “la chispa de la esperanza” figura 1.

Fuente: (Santrich, 2018, p. 85)

Figura 1
Fuente: imagen de la obra Eterna Presencia II, de Inty Maleywa. Extraída de Cubillos (2022).

El relato es una pugna. La disputa por la narrativa del conflicto armado colombiano no deja de ser una disputa de poder(es); y en ese marco, la recuperación, conservación y estudio del archivo insurgente supone un ejercicio político. Da Silva Catela advierte de “los conflictos que emergen al ser cuestionadas las razones de la selección/acumulación/transmisión, hacen de los archivos lugares de inmenso interés para comprender la arbitrariedad social e histórica de la producción cultural” (da Silva, 2002, p. 387).

La cualidad del archivo insurgente es que resulta de esquivar censuras, de resistir destrucciones; “el archivo suele ser gris, no solo por el tiempo que pasa, sino por las cenizas de todo aquello que lo rodeaba y que ha ardido.” (Didi-Huberman, 2013, p.4) Preguntar por el archivo insurgente, me lleva a preguntar por las condiciones que han impedido su aniquilación, por quienes han cuidado y defendido cada fotografía, cada libro, cada canción, cada documento. También me lleva a preguntar por el archivo insurgente vivo, por las memorias orales, los conocimientos situados habitan en que cada firmante de paz.

Para Halbwachs “el fundamento de la memoria son los propios individuos y grupos, situados en espacios y tiempos concretos, que la conservan y la expresan en el recuerdo” (da Silva, 2002, p. 390). La memoria colectiva(Halbwachs, 1950) en este caso abarca los recuerdos, los testimonios, las sabidurías de una conciencia, de una guerrilla y de sus combatientes. La memoria es un campo de batalla. La concreción de esta disputa fue la quema que señala Victoria Sandino:

Mira, todo lo que hacía parte de la formación guerrillera: la Cartilla Militar, los Reglamentos, los Estatutos..., todos los documentos, todos, incluyendo los libros que la gente cargaba en su equipo, los hicieron quemar posterior a la firma del acuerdo.

La gente se concentró en los campamentos estos que llegaron de las zonas veredales, y ahí todo lo que la gente traía incluyendo los equipos, los libros, las vajillas, la cuchara... todo eso se lo quitaron. Y lo doloroso fue que la gran jefatura permitió que eso sucediera.

Obvio, es la anulación total de lo que habíamos sido. O sea, era como la renuncia a todo lo que fuimos. (V. Sandino, Entrevista, 2023)

En esa pugna, la recopilación del archivo insurgente que hace posible estudiar la guerrilla de las FARC-EP con la recuperación de documentos oficiales, cartas, comunicados, música, fotografías, poesías, testimonios... abre la posibilidad de una arqueología crítica para la construcción de narrativas de memorias otras que se pueden rastrear a través de estos documentos que rehuyeron al fuego de la memoria oficial.

2. CUIDAR EL ARCHIVO INSURGENTE

Comprender la memoria como campo de disputa implica entender que la memoria no es unitaria, sino que existen una multiplicidad de memorias que pueden ser contradictorias entre sí. La memoria oficial conlleva un ejercicio del Estado por construir marcos normativos –con efectos políticos y simbólicos– para la consolidación de un régimen de verdad institucional (Jaramillo, 2014; Castaño, Jurado y Ruiz, 2018; Castaño y Jurado, 2019). Para quebrar la memoria oficial y mirar entre sus grietas hay que situar la multiplicidad de memorias en la relación de poder y en el marco de confrontación armada con el Estado colombiano. De forma que, la memoria insurgente –“esto es, sublevada, rebelde, insumisa, insubordinada e insurrecta contra el poder” (Marcos, 2017, p. 1)– supone un ejercicio de (re)construcción política del pasado.

Los procesos de recuperación y reproducción de memoria muestran su intrincada complejidad, ya que tejen hechos históricos con creencias, cosmovisiones y experiencias personales y colectivas. Las memorias acerca del conflicto armado y sus actores se vinculan también con el presente, con la reconstrucción del pasado y la construcción de paz. La pugna por la memoria, por el archivo, es una disputa por la narrativa: la historia oficial construye un relato social, un imaginario colectivo. En ese sentido, “el proceso de construcción de la memoria insurgente significa cimentar nuevas formas de recuerdo y rememoración que transgreden y revolucionan no sólo los modos de recuerdo y olvido institucionalizados desde el poder, sino también la manera que tienen de recordar otros grupos y organizaciones sociales.” (Marcos, 2017, p. 2)

La memoria está siempre amenazada por el olvido, el archivo insurgente que rehuyó del fuego es hoy una colección de experiencias, objetos, recuerdos que “ofrecen la posibilidad de abrir el relato a contramemorias, de navegar por narrativas alternativas en contravía de las establecidas sobre ciertos hechos, hitos y coyunturas.” (Jaramillo, Berón & Parrado, 2020, p. 168). En esa línea, la memoria experiencial fariana puede dialogar con otros archivos y otras memorias para complejizar las narrativas del conflicto armado. Y eso pasa necesariamente por la recuperación, conservación y el estudio del archivo insurgente de la guerrilla de las FARC-EP.

El archivo insurgente que tuve la oportunidad de estudiar –gracias a quienes lo cuidaron y lo compartieron conmigo– me permitió descubrir aspectos educativos, culturales, saberes que se encuentran por fuera de las narrativas oficiales. De igual manera que cuenta da Silva, también me “incitó a desplazarme “más allá del documento” y tejer relaciones con las personas, con las vivencias, los conflictos —en fin, con la memoria—” (da Silva, 2002, p. 399); y así llegué a los ETCR (Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación) donde localicé estos acervos documentales y conocí a sus cuidadores. Estos documentos teóricos y culturales abrieron una mirilla a la textura de la vida (Grossberg, 2009) guerrillera, a su concepción de la cultura, que nos aproxima a las formas en que habitaba la cotidianeidad de las FARC-EP .

El ejercicio de rastrear el archivo insurgente, de la misma forma, abrió una ventana a la dimensión epistemológica y cultural de las FARC-EP, a sus formas de mirar, a las perspectivas propias acerca de sus conocimientos, sus dinámicas históricas, organizativas y políticas. Estas expresiones de memoria insurgente construyen marcos colectivos (Halbwachs, 1950; Pollak, 2006) del espacio y el tiempo según los acontecimientos relevantes para las FARC-EP, quienes reconocen determinados lugares, protagonistas y procesos en una especie de historia oficial propia, que en su día contribuyó a la conformación del sujeto fariano y de los procesos de formación guerrillera.

Los procesos formativos en la insurgencia permitían estructurar una realidad, comprenderla e interpretarla, y posicionarse sobre ella. La formación posibilitaba entender esa realidad desde unas narrativas de memoria histórica construidas a partir de las luchas políticas y de resistencia –propias, nacionales e internacionales– ; desde las experiencias y saberes que se forjaban en ellas. Y elaboraba una visión de la realidad propia que emergía de su práctica política, así como de su cotidianeidad; una realidad que a su vez era producida a través de la materialización de sus prácticas sociales. El desarrollo de los saberes y conocimientos, la alfabetización y la especialización, la formación ideológica y la elevación cultural desempeñaban un papel vertebral en la producción y reproducción de las condiciones materiales de vida que existían en la guerrilla. En la tarea de rastrear estas formas de conocer y vivir, el archivo fariano permite seguir las pistas del devenir histórico desde su mirada particular.

Los procesos de formación se realizaban formalmente en la Hora Cultural diaria, que constituían espacios dedicados al aprendizaje y al estudio cultural. Todos los días, habitualmente en la tarde, antes de dormir, la guerrillerada se reunía en las horas culturales que podían ser informativas, políticas y recreativas. En las horas informativas y políticas debatían noticias tanto locales como nacionales, también sobre lo acontecido en América Latina y en el mundo. La Hora Cultural era una estrategia formativa para mantener a la insurgencia actualizada y conectada con el acontecer de la región, del país y del mundo.

Las horas recreativas eran un espacio de aprendizaje a partir de la juntanza, el ocio y la cultura. En ellas veían películas o documentales, leían y escribían poesías, pintaban, y exponían los dibujos y afiches, interpretaban obras de teatro u obras cómicas, organizaban bailes, tocaban música popular o canciones compuestas por guerrilleros. Para ellos y ellas, se trataba de expresiones de “cultura guerrillera” y “manifestaciones (culturales) del pueblo colombiano” (C. González, Entrevista, 2019).

Los relatos que se construían y narraban incluían historias de memoria oral de los y las combatientes, así, las horas culturales, se convertían en lugares de transmisión de memorias personales, históricas y de luchas. Por otro lado, los relatos escritos por la guerrillerada de las FARC-EP narraban historias desde sus propias voces. Andrea González (2020) analiza en su tesis las obras de Gabriel Ángel; y sintetiza tres funciones principales de estos relatos: “conmemorar a los caídos, reivindicar el carácter político y el origen campesino de la guerrilla, y consolidar una memoria rebelde.” (González, 2020, p. 42). De esta forma, divulgando internamente las obras de las FARC-EP, las novelas, los cuentos y las poesías contribuían a los procesos formativos de la insurgencia a través de un ejercicio de auto-representación.

Las obras escritas del archivo fariano estaban indisolublemente ligadas a la práctica política y cotidiana de la guerrilla, y expresaban la humanidad guerrillera –como dice Gabriel Ángel- el mundo de uno. En estas formas de ficción guerrillera “se narra la realidad y la cotidianidad de cómo se libraba la guerra en la ruralidad del país” (González, 2020, p. 54), lo que hoy nos permite una cercanía con las maneras de vivir, de sentir, de ver la realidad e interactuar con ella como lo hacían en la insurgencia.

Las creaciones artísticas y culturales farianas se pintaron, compusieron y escribieron en contexto de insurgencia, lo que determina su lenguaje narrativo y estético, y por supuesto, político. La producción cultural no puede reducirse únicamente al aspecto propagandístico, sino que se concibe como una práctica cultural, un vehículo de memoria, de discurso, de disputa, también como un camino de realización humana.

Las expresiones artísticas y las prácticas culturales de las FARC-EP respondían al contexto de conflicto armado como una pugna por los relatos, por la (auto)representación de la insurgencia, por la narración de memorias desde las montañas de Colombia. Las narrativas oficiales acerca de las FARC-EP, en su intento de deshumanizar y estigmatizar a los y las guerrilleras, no han considerado otras facetas de la insurgencia que no sean las lógicas de guerra y las lógicas económicas. Pero la lucha cultural que desarrollaron las FARC-EP es una expresión de la

“re-escritura fariana de la historia: ora escrita (presente en documentos), ora historia oral (en audiovisuales), ora historia cantada (en música fariana) u ora historia dibujada (en pinturas), porque reconstruyeron, según sus lineamientos, la historia del país a partir de otras voces, otros sectores, que ciertamente han sido excluidos por la “historia oficial” o tradicional en Colombia.” (Cárdenas, 2019, p. 60)

En ese sentido, el ejemplo del archivo fotográfico de las FARC-EP –que podemos encontrar ilustrando varias de sus publicaciones y en su libro 50 años en fotos FARC-EP – “es parte de la memoria histórica de una guerrilla, capturada por la lente de los ojos de guerrilleras y guerrilleros que inmortalizaron esos instantes” (FARC-EP, 2014, p. 5). La fotografía desde el lente fariano capturó el existir guerrillero, el día a día en la insurgencia y acontecimientos que marcaron su proceso histórico. De forma similar, la pintura, en el trasegar guerrillero, buscaba representar la realidad social a partir del trabajo artístico.

Terry Cook plantea que “el archivo hoy en día se considera de forma creciente como el lugar donde la memoria social ha sido (y es) construida. […] El documento, por lo tanto, se convierte en un significado cultural, una construcción mediatizada y cambiante, y no una plantilla vacía donde verter los actos y los hechos.” (Cook, 2013, p. 93) El archivo fariano que abarca una multiplicidad de formas como las mencionadas, constituye una recopilación del proceso de memorias colectivas/sociales desde la significación común de las experiencias guerrilleras. En palabras de Valentina Beltrán:

Sobre todo hay una memoria colectiva tejida en torno a una realidad de un conflicto social vivenciado en los sectores más vulnerados en los sectores campesinos y en esa medida hay un acumulado de conocimiento y una producción de pensamiento que a la fecha realmente es el compendio de saberes que permite definir la ruta para construir de aquí en adelante nuevas formas de hacer política (V. Beltrán, Entrevista, 2020)

La cultura fariana en tanto práctica, no solo re-producía cultura: los y las guerrilleras escuchaban música, leían obras o recitaban; también componían, escribían, pintaban, hacían parte de orquestas y grupos musicales que tocaban tanto en eventos “oficiales” como en los tiempos libres, produciendo una suerte de testimonio cultural vivo. Estas producciones artísticas y culturales fueron un vehículo ideológico para la confrontación con el Estado en el plano discursivo, una confrontación por el relato, por la memoria. Para que, de esa forma, la realidad, la cotidianeidad,

“la historia de la insurgencia, al ser clandestina y revolucionaria, no sea contada por sus enemigos, sino por ellos mismos. En otras palabras, las FARC se encuentra -en presente- en la necesidad de consolidar un relato histórico que les permita disputarse la memoria colectiva nacional, para darle vuelta a lo que sus enemigos han intentado por más de medio siglo: deslegitimar su lucha.” (González, 2020, p. 69)

Es por esto que las obras culturales farianas tienen la potencia de salvaguardar su memoria rebelde, entendida dentro de las memorias incómodas que “ofrecen la posibilidad de abrir el relato a contramemorias, de navegar por narrativas alternativas en contravía de las establecidas sobre ciertos hechos, hitos y coyunturas.” (Jaramillo et al., 2020, p. 168) y que hoy constituyen un aporte cultural y de conocimiento. El archivo fariano hace posible una lectura a contrapelo de la historia de las FARC y permite rastrear elementos simbólicos y discursivos de su proyecto político, su proyecto cultural, su proyecto educativo y sus formas de vida guerrillera.

Si tomamos la definición de Ludmila da Silva:

“los archivos son construcciones sociales múltiples, que reúnen una diversidad de instituciones y agentes que vieron y conservaron papeles, fotos, imágenes de un tiempo, un lugar, una clase social, géneros, etnias. Son también la suma de las voluntades de preservación y de luchas por el reconocimiento legítimo de esos vestigios dotados de valor social e histórico en una comunidad o sociedad (da Silva, 2002, p. 218)”.

En este caso, las FARC-EP escribieron y preservaron su historia a partir de sus voluntades, acciones, experiencias y sueños. Cada memoria guerrillera se teje con las memorias de los otros dando lugar a una construcción social múltiple de memorias colectivas, relatos en común y también en disonancia. Los dibujos, las partituras, los poemas, los comunicados, los relatos que conforman el archivo insurgente abren una ventana al mundo cultural de la guerrilla.

El poder simbólico e identitario de las prácticas culturales tenía tal fuerza que trascendía los espacios complementarios y llegaba más lejos, por ejemplo a las cárceles, modelando esas narrativas y esa subjetividad fariana frente al aislamiento que imponen los muros de las prisiones. Hoy, estas expresiones son un archivo de memoria insurgente que nos acerca a la cotidianidad vida guerrillera y permite mirar desde otro lugar el conflicto colombiano.

Haciendo un paralelismo con lo que Santrich (2018) plantea para el ser humano: para su acertado análisis, la insurgencia debe ser vista tomando el conjunto de su vida cultural: su música, su poesía, su literatura, su arte en general, sus prácticas cotidianas, sus saberes y sus normas morales. Puesto que en esas expresiones se encuentran “lo que verdaderamente siente desde su realidad y la realidad de la comunidad o de la sociedad de la que uno hace parte. Eso no implica que uno deba casarse solamente con su pequeño mundo o la parcela inmediata que lo rodea a uno.” (Santrich, 2018, p. 336)

Las prácticas culturales y cotidianas del archivo fariano formaron parte de todas las formas de lucha, y hoy son expresiones de lo que fue el universo simbólico de las FARC-EP. En ellas se hallan las pistas de una comprensión particular del mundo, de la episteme-cultural fariana.

Todavía queda mucho por profundizar en este interés por acercarnos a la guerrilla desde otro lugar: desde sus creaciones culturales y artísticas, desde sus historias de vida, lo que ofrece la posibilidad de descubrir el proyecto político de FARC entre las líneas de sus poesías, sus canciones, sus cuentos, sus novelas. Como afirma Gónzalez “trabajar con la cultura fariana es analizar la memoria viva de un actor del conflicto […] Considero que conocer, divulgar y tratar de comprender la producción cultural fariana podría ayudarnos a acercarnos a la complejidad del conflicto interno colombiano.” (2020, p. 4)

El desafío de estudiar el archivo fariano implica el reto de percibir la memoria desde lugares más humanos, más cercanos, más comunes (Jaramillo, 2020). Así, para encontrar respuestas a las preguntas que nos suscitan las experiencias de las FARC-EP debemos interrogar a sus protagonistas, a sus fuentes, a su producción teórica y cultural. Este enfoque quiebra las narrativas monolíticas hegemónicas que se han elaborado y reelaborado acerca de las FARC-EP desde los campos académicos y periodísticos. Si bien, rastrear las experiencias cotidianas y educativas de la insurgencia conlleva enfrentar grandes limitaciones en términos de recuperación de archivo y testimonios, los estudios acerca de la vida cultural y formativa de la guerrilla asumen la importante tarea de rescatar –del fuego y el olvido- memorias que siguen siendo desconocidas y silenciadas.

3. REFERENCIAS

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Notas de autor

Información adicional

Cómo citar / citation: Rubio-Salcedo, C. (2025). Contra el fuego y el olvido. La importancia de cuidar el archivo insurgente. Estudios de la Paz y el Conflicto, Revista Latinoamericana, Volumen 6, Número 12, 112-121. https://doi.org/10.5377/rlpc.v6i12.20581

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redalyc-journal-id: 7621