Entrevistas

Descolonialidad y reconstrucción comunitaria: entrevista a Breny Mendoza. "No seremos libres sin la reconstitución de los lazos afectivos entre hombres y mujeres que constituyen el tejido social de toda comunidad"

Decoloniality and community building: interview with Breny Mendoza. "We will not be free without reconstituting the bonds of affection between men and women that constitute the community's whole social fabric"

Decolonialidade e reconstrução da comunidade: entrevista com Breny Mendoza. "Não seremos livres sem a reconstituição dos laços de afeto entre homens e mulheres que constituem o tecido social de qualquer comunidade"

Esteban A. Ramos Muslera
Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Honduras
Bárbara Araneda Olea
Región Metropolitana de Santiago, Chile

Revista Latinoamericana, Estudios de la Paz y el Conflicto

Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Honduras

ISSN: 2707-8914

ISSN-e: 2707-8922

Periodicidad: Semestral

vol. 6, núm. 11, 2025

revistapaz@unah.edu.hn

Recepción: 09 marzo 2024

Aprobación: 02 octubre 2024



DOI: https://doi.org/10.5377/rlpc.v6i11.19203

Cómo citar / citation: Ramos-Muslera, E.A. y Araneda, B. (2025). Descolonialidad y reconstrucción comunitaria: entrevista a Breny Mendoza. "No seremos libres sin la reconstitución de los lazos afectivos entre hombres y mujeres que constituyen el tejido social de toda comunidad". Estudios de la Paz y el Conflicto, Revista Latinoamericana, Volumen 6, Número 11, 151-163. https://doi.org/10.5377/rlpc.v6i11.19203

Resumen: Breny Mendoza (1954) es originaria de Tegucigalpa, Honduras. Cursó estudios de ciencias políticas en las universidades alemanas Ruprech-Karl de Heidelberg y la Universidad Libre de Berlín. Obtuvo su doctorado de la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York. Fue directora del Departamento de Estudios de Género y la Mujer de la Universidad Estatal de California, Northridge entre 2016-2019 y 2022-2024 y es fundadora del Instituto de Estudios Feministas y Acción Social. Breny es una conocida activista y filósofa de la política dentro del feminismo latinoamericano. Sus aportes principales se enmarcan en el feminismo descolonial. Su trabajo ha sido publicado en español e inglés y traducido a varios idiomas. En esta entrevista, la autora reflexiona sobre el patriarcado, la colonización y las violencias extremas que persisten contra las mujeres; así como sobre la matriz de posibilidades para la paz y el Buen Vivir que representan las luchas de todas ellas en la construcción del argumento ontológico del mestizaje para la superación del mandato y la lógica colonial.

Palabras clave: Feminismo, género, igualdad, paz, conflicto, transformación social.

Abstract: Breny Mendoza (1954) is originally from Tegucigalpa, Honduras. She studied political science at the German Ruprech-Karl University of Heidelberg and the Free University of Berlin. She received her PhD from Cornell University in Ithaca, New York. She was chair of the Department of Gender and Women's Studies at California State University, Northridge from 2016-2019 and 2022-2024 and is founder of the Institute for Feminist Studies and Social Action. Breny is a well-known activist and political philosopher within Latin American feminism. Her main contributions are framed within decolonial feminism. Her work has been published in Spanish and English and translated into several languages. In this interview, the author reflects on patriarchy, colonization and extreme violence that persist against women; as well as on the matrix of possibilities for peace and "Good Living" (Buen Vivir) that represent the struggles of all of them in the construction of the ontological argument of mestizaje to overcome the mandate and colonial logic.

Keywords: Feminism, gender, equality, peace, conflict, social transformation.

Resumo: Breny Mendoza (1954) é natural de Tegucigalpa, Honduras. Estudou ciências políticas na Universidade alemã Ruprech-Karl de Heidelberg e na Universidade Livre de Berlim. Recebeu seu PhD da Cornell University em Ithaca, Nova York. Foi presidente do Departamento de Estudos de Gênero e Mulheres da Universidade Estadual da Califórnia, Northridge, de 2016 a 2019 e de 2022 a 2024, e é fundadora do Instituto de Estudos Feministas e Ação Social. Breny é uma conhecida ativista e filósofa política do feminismo latino-americano. Suas principais contribuições estão enquadradas no feminismo decolonial. Seu trabalho foi publicado em espanhol e inglês e traduzido para vários idiomas. Nesta entrevista, a autora reflete sobre o patriarcado, a colonização e a extrema violência que persiste contra as mulheres, bem como sobre a matriz de possibilidades para a paz e o Buen Vivir que representam as lutas de todas elas na construção do argumento ontológico da mestiçagem para superar o mandato e a lógica colonial.

Palavras-chave: Feminismo, gênero, igualdade, paz, conflito, transformação social.

ENTREVISTA / VERSIÓN EN ESPAÑOL

ILUSTRACIÓN
ILUSTRACIÓN

Breny Mendoza

Ilustración de Alejandro Castellanos (@stupidgiant) para Revista Latinoamericana Estudios de la Paz y el Conflicto.

·Esteban A. Ramos Muslera (EARM): En 2023 tuvimos la dicha de presentar en diversos eventos el libro Una Nueva Normalidad es posible y necesaria, que desarrolla el decálogo del Manifiesto por Una Nueva Normalidad promulgado por el Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz (CLAIP, 2020). En el libro, se incluye un contundente y emotivo capítulo de tu autoría, titulado "los principios de la Nueva Normalidad o Manifiesto Feminista Descolonial: los nuevos principios de la democracia" (Mendoza, 2022). ¿Qué nos propone dicho texto?

Breny Mendoza (BM): El manifiesto es en parte un compendio de ideas que en otros lados he escrito en prosa académica. Fue desarrollado en medio de la pandemia que nos obligó a muchas a imaginarnos otro mundo. Deseábamos fervientemente que la pandemia significara un recomienzo. Con esa idea en la mente del corazón escribí el manifiesto. Al inicio, el objetivo no fue escribir un manifiesto, sino un resumen apretado de la historia que nos había traído a este momento de destrucción masiva de todo y un imaginario hacia futuro. Fue en el proceso escritural que me di cuenta de que estaba escribiendo un manifiesto.

El manifiesto trata de ubicar a Europa en la historia de la construcción y destrucción de mundos desde 1492, y en particular de nuestro mundo en los territorios de Abya Yala y la Isla de la Tortuga. Narra la destrucción del mundo indígena primero, y como consecuencia, el posicionamiento de los europeos como señores del planeta-mundo, la construcción de una nueva sociedad colonial a partir del genocidio-etnocidio de los indígenas, el desarraigo y la traída de millares de africanas y africanos esclavizados, y el surgimiento de un nuevo pueblo, es decir, el pueblo del mestizaje que nace de la violencia sexual del conquistador. Pueblo que, por ende, nace desorientado sociológicamente, bastardizado por las convenciones sociales de antaño, sin vínculo ancestral en la tierra que le ve nacer, y, por tanto, confundido de su papel histórico. Es a raíz del desquicio que caracteriza esta sociedad colonial cruzada por el patriarcalismo cristiano basado en la violencia masculina y la violencia sexual, el trazado de una línea del ser que deshumaniza, bestializa y racializa a los vencidos bajo el sistema de castas, y que necesariamente conlleva a la ruptura de vínculos afectivos entre hombres y mujeres y del nexo comunal, es que una está obligada a imaginarse una nueva sociedad libre de estos desatinos de la historia. La proposición principal es que no seremos libres sin la reconstitución de los lazos afectivos entre hombres y mujeres que constituyen el tejido social de toda comunidad. No habrá paz, tampoco, sin la construcción de un nuevo argumento ontológico del pueblo del mestizaje que abandona la idea de que es el heredero del mandato colonial. Solo esto permitirá la armonización de todos los grupos sociales que constituyen el mundo de la colonia. Habrá que desandar la patriarcalización cristiana, pacificando a los hombres, deconstruyendo la binariedad de los géneros para que sea solo el amor mutuo y la reciprocidad la que refunda la nueva sociedad. Habrá que también borrar la línea del ser que nos separa del mundo humano extinguiendo la razón de raza y las castas. Tendremos que re sacralizar el trabajo en pos de la sobrevivencia de las comunidades bajo un nuevo ethos al mismo tiempo que se desacraliza y destierra el capitalismo y el frenético consumismo del mundo de hoy. Se hará necesario constituir por primera vez relaciones igualitarias, justas y responsables entre el mundo de la metrópoli y el mundo de la colonia. Tendremos que descolonizar la democracia liberal y la política vaciándola de su sustancia excluyente de los vencidos y destructora de comunidades, creando un nuevo poder basado en la verdad y reconciliación, el pago de la deuda histórica de la metrópoli con la colonia, y la restitución del poder de la comunidad. El trasfondo es la pacificación del mundo poniéndole fin a los sistemas de poder derivados de la colonización.

· Bárbara Araneda (BA): Breny, en varios de tus trabajos, has analizado las repercusiones del colonialismo en la configuración de las sociedades latinoamericanas contemporáneas. Desde tu punto de vista, ¿cómo ha influido esa historia en la lucha por los derechos de las mujeres y la equidad de género en la región, y qué estrategias serían efectivas para abordar las heridas del colonialismo que aún persisten?

BM: La sociedad latinoamericana se compone de varios grupos humanos de distintas descendencias históricas y posiciones sociales dentro del gran esquema de castas coloniales que como sea, han sobrevivido el paso del tiempo. Por supuesto, siempre reactualizadas de acuerdo con las prioridades del momento histórico y los cambios sin ruptura que se suscitan en el camino. La herida colonial ha seguido sangrando en nuestros cuerpos. Las actitudes coloniales aún antagonizan las actitudes anticoloniales. Esta dinámica histórica ha estado presente en las mismas luchas por los derechos de las mujeres. La profunda desigualdad social que existe entre criollas-mestizas de clase media y mestizas pobres, indígenas y negras ha permeado la forma en cómo se conciben y se llevan adelante las luchas. Por mucho tiempo, las mestizas-criollas se auto consignaron el derecho al liderazgo y dictaron el contenido de las demandas en nombre de todas las mujeres sin distinción de raza, clase, etnicidad o sexualidad. Las mujeres pobres mestizas, indígenas o negras eran “suyas” y, por ende, decidían por ellas las políticas. Asimilaron sin darse cuenta el mismo papel de los hombres mestizo-criollos viéndose como herederas del mandato colonial.

El mandato colonial no solo infunde amnesia histórica y reglamenta los posicionamientos sociales, sino que decreta los parámetros políticos por donde se debe transitar para hacer política. La democracia liberal occidental por sobre todo se circunscribe como la forma de politicidad idónea. Se pensaba, entonces, que había que pelear por un lugar dentro de ese sistema. El feminismo occidental blanco enclaustrado en su propia cárcel imperial sirvió por algún tiempo como espejo del movimiento feminista latinoamericano. Pero no tardó en derrumbarse este proyecto mal encaminado. Las excluidas, es decir, las mujeres pobres, mestizas, indígenas y negras en conjunto con les disidentes sexuales construyeron sus propios movimientos. Recurrieron a otras memorias históricas, dieron mayor relieve a su propia experiencia y posicionamientos reencausando el movimiento feminista de la región. Esta gran movilización de mujeres de distintos rumbos ha causado escozor en las sociedades latinoamericanas. La violencia sexual y el feminicidio contra las mujeres pobres es la marca de nuestro tiempo, pero tiene asidero en el pasado. La conquista y la colonización creó la sociedad de castas cuyo basamento fue, igualmente, la violencia sexual y la banalización de las vidas de las mujeres. No es ninguna casualidad que nuestra región tenga los más altos índices de violencia sexual y feminicidio y, en general, los más altos índices de homicidio del mundo. Se podría decir que está en el ADN de nuestras sociedades.

El desarrollismo, el capitalismo, el neoliberalismo, ahora el libertarismo y la constante presencia del intervencionismo imperialista de occidente no han sido otra cosa más que la recreación del saqueo colonial. Las fuerzas destructivas están dentro y fuera de la región. El cordón umbilical con la matriz colonial no se ha roto. No hemos logrado construir una nueva civilización a partir de una ruptura colonial. Repetimos compulsivamente la lógica colonial y creamos monstruos como el narcotráfico y las maras. El narcotráfico y las maras representan la nueva masculinidad, el endriago al decir de Sayak Valencia (2010) de la nueva economía capitalista mundial basada en la criminalidad. Pero las mujeres de la región se rehúsan a ser las elegidas para los actos de sacrificio humano de los reyes de la vida de hoy. La lucha por la vida en todos sus sentidos es el grito de lucha de todas las mujeres. Es muy, muy posible por eso que si hubiera otra oportunidad para rehacer nuestras vidas sean las mujeres de todos los rumbos las que guiaran el camino. La pacificación de los hombres es una precondición y necesitamos aliados. Sabemos que el fin del imperialismo occidental es imprescindible y solo se puede alcanzar en conjunto.

· EARM: Las construcciones sociales heteronormativas de género propician el desarrollo de una percepción de la otredad basada en la superioridad de unos frente a otras. El binomio violencia-sumisión juega un papel fundamental en la producción y reproducción de un sistema, el patriarcal, que se sostiene, entre otras variables, a partir de esas construcciones socioculturales profundamente arraigadas en nuestras sociedades latinoamericanas. También en comunidades indígenas, y pueblos ancestrales: ¿cómo funcionan estos constructos sociales logrando sostenerse en el tiempo y adaptándose al contexto específico de manera "tan exitosa"?

BM: Este tema es realmente complejo. Ha sido objeto de debate, no solo en nuestra región sino en África, donde, igual que acá, se postula el origen del patriarcado en el hecho colonial. ¿Se trata de un entronque de patriarcados como nos dice Julieta Paredes (2008) o de la destrucción de un patriarcado ancestral benigno por un patriarcado cristiano y violento? ¿De patriarcados de baja y alta intensidad como reporta Rita Segato (2013) o sociedades matriarcales hasta entonces intocadas por el patriarcado? Peor aún, ¿se trataría más bien de la reducción a la nuda vida o a la mera carne a las mujeres, pero también a los hombres vencidos despojados ambos de su personalidad, de su “género, de su “sexo” y convertidos en objeto de impulsos violentos y sexuales como nos dice Hortense Spillers (1995)?

Sin duda que los patriarcados contemporáneos de nuestro continente fueron concebidos al calor de las guerras de conquista, el colapso de dinastías ancestrales y, con ellas, de civilizaciones enteras, genocidio, plagas, colapso demográfico, esclavitud y re-poblamiento. Y que en cada paso de este drama dantesco se dependió de la violación sexual de las mujeres, de la entrega de mujeres indígenas al conquistador y los encomenderos como una forma de apaciguarlos —de suponer sin su consentimiento—, es decir, las mujeres servían como moneda de cambio para impedir el derrumbe de las dinastías y la destrucción de su mundo. Pero no se logró.

De forma similar, la violación masiva de mujeres negras se volvió la gramática de la sociedad del esclavista, lo que garantizaba al esclavista el flujo de esclavos y del capital. El tráfico ilícito de cuerpos en sus distintas coordenadas terminó creando el sistema de castas y, con este, el nacimiento de un nuevo pueblo del mestizaje (y del mulataje): un estamento intermedio que no tenía cabida ni en el mundo indígena, ni en el español, ni en el negro. Y, encima de este pandemonio sexual, se implantaba una religión somato fóbica, donde la sexualidad en todas sus dimensiones era considerada pecaminosa. Ni que decir del pecado nefando que suponía la “homosexualidad” y la “sodomía” presente en todos los bandos, pero cruelmente extirpada de los mundos indígenas.

De este enrevesado clima sexual donde se negociaban jerarquías, se intercambiaban mujeres, y donde los pueblos se reducían a entidades físicas de cuerpos violables y violentables, bestias de carga sin humanidad ni género es que surge la sociedad de castas. Es de la sociedad de castas que provenimos. Es aquí donde se produce un fenómeno inusitado. La única forma de trascender la sociedad de castas que encasilla rígidamente a los vencidos en puestos de degradación es construyendo un patriarcado binario y cristiano. Es mediante el género binario que se recobra la humanidad perdida y se abandona el mundo de las bestias. Los hombres vencidos necesitan reclamar género para recuperar su hombría, su masculinidad. Las mujeres vencidas necesitan recuperar la dignidad y respetabilidad para que su humanidad y su género sea reconocido por quienes las dominan. Género que implica una relación de poder entre hombres y mujeres se torna en este proceso histórico paradójicamente en el vehículo para obtener ciudadanía en el mundo de los humanos. Es decir, que es la única forma de poder aspirar a vivir en igualdad de condiciones en el mundo de los cristianos, de los europeos que constituyen el significante del ser humano. Se cree que constituyéndose en uno de los polos del binario de género se hará justicia. Es ahí donde radica el “éxito” del patriarcado cristiano colonial. Se piensa que se alcanza la libertad adhiriéndose al lexicón colonial cuando lo que se está haciendo es prolongar el suplicio. Peor aún, como la obtención de la ciudadanía en el mundo de los humanos sigue siendo elusiva para los vencidos, la tal hombría y la femineidad les siguen siendo negada. No se pueden cumplir ni los roles de género ni el mandato de la masculinidad y femineidad. Se cierra el círculo vicioso de la violencia sexual —hacia adentro, en una especie de fagocitosis a la inversa. Si la libertad se basa en las mentes de los vencidos en el patriarcalismo, la violencia y el género se convierten en una segunda naturaleza. Para las mujeres de los pueblos vencidos más que para los hombres esta incorporación de la lógica del género es una tragedia. Las mujeres a partir de ese momento serán doblemente víctimas. Sufrirán la violencia impuesta desde afuera y la que los hombres de su comunidad le imponen.

· BA: De acuerdo con tu visión, ¿cómo ha criticado el feminismo los modelos de "poder sobre" alguien o algo, y cuáles fueron los elementos teóricos y prácticos que han ayudado a reducir la violencia patriarcal desde el hogar hasta las relaciones dominantes en el mundo multipolar? ¿Cuáles han sido los enfoques de poder desde el feminismo?

BM: La contribución del feminismo a nuestra comprensión del poder ha sido la creación del concepto de género y el patriarcado. La dominación de las mujeres no fue incorporado al análisis sociológico, histórico y político por mucho tiempo. Incluso, hoy los grandes tratados de la historia aun dejan de lado el papel del patriarcado y la violencia sexual contra las mujeres. La narrativa histórica que incluye los parámetros de patriarcado y género revela la importancia crucial que tiene la violencia sexual en cualquier emprendimiento de guerra y conquista. La epistemología del feminismo occidental, que tiene el mérito de haber reformulado los conceptos de patriarcado y género, sin embargo, careció de una visión histórica. Fueron los feminismos desde abajo los que complejizaron la visión de género unidimensional de las feministas blancas occidentales. La concepción de la interseccionalidad de género con raza, clase y sexualidad fue un aporte importantísimo de las mujeres afroamericanas de EE. UU. Sin embargo, es solamente el feminismo descolonial e indígena de múltiples vertientes lo que le va a dar un contenido histórico al género y al patriarcado. Ideas como la colonialidad de género de Maria Lugones (2008) y el pornotropo de Hortensia Spillers (2022) para entender la bestialización del ser vencido, en especial del ser esclavizado y la correlación de género con concepciones de humanidad son las que profundizan nuestro conocimiento sobre el proceso de conquista y colonización y el papel del género.

Nuestra capacidad de comprensión, no obstante, no se ha traducido en una reducción de la violencia de género. La idea de que la legislación que penaliza la violencia de género reduce la violencia ha resultado una falacia. La violencia parece haber ido en aumento en todos lados, y sus niveles de crueldad en contextos de paz son elevadísimos -de paz solo porque no existe una guerra oficialmente declarada. Peor aún, en estos momentos de rivalidad imperial que está generando escenarios de guerra y genocidio en diversos puntos del mundo de la colonia vemos como la violencia sexual, el exterminio de mujeres y la niñez retorna como herramienta de conquista, genocidio, y ocupación. En la metrópoli se observa igualmente un aumento de la violencia de género en base a un endurecimiento de la concepción de la masculinidad blanca que reclama su prerrogativa del poder y la violencia contra el mundo. La legislación protectora de las mujeres es debilitada, sus derechos son coartados en una cruzada para devolverlas a la era del pre-feminismo. Ni que decir de los ataques contra las minorías étnicas y los migrantes que sufren un renovado proceso de bestialización.

Estos escenarios son confusos porque los avances de muchas mujeres en distintos ámbitos de la vida son notorios. Hay mandatarias, generalas, y banqueras, pero si vemos los conflictos históricos entre imperios las mujeres de la estratosfera del poder siempre han jugado un papel importante en la recomposición del poder imperial.

Es interesante, por eso, observar el papel que juegan las mujeres en occidente en el momento del ocaso. No son ellas las que causan el ocaso, pero son ellas las que ponen la cara en el asedio imperialista actual. Desde Linda Thomas-Greenfield, mujer negra embajadora de EE. UU. ante la ONU que consuetudinariamente vota contra el cese al fuego en Gaza, Úrsula von der Layen, presidenta de la Comisión Europea que avanza los planes de la OTAN para derrotar a Rusia en Ucrania y Kamala Harris, afroasiática candidata presidencial de EE. UU., o la generala del Comando Sur del Ejército de EE. UU., Laura J. Richardson, que se pasea por América Latina preparando una nueva avanzada bélica, vemos cómo las mujeres de alto rango tranzan con la masculinidad blanca para preservar un alto rango dentro del imperio. Las mujeres blancas de alto rango deben demostrar su lealtad a la masculinidad blanca. Las mujeres no-blancas no deben solo demostrar su lealtad al poder blanco, sino que deben probar su deslealtad con la casta que la define como ser racialmente inferior. He aquí otro momento donde género se constituye en una pieza clave para el poder. También deja entrever la importancia de la clase social de las mujeres, algo que muchas veces queda rezagado incluso en el análisis feminista, descolonial e interseccional.

· BA: Las violencias en base al género (VBG) siguen siendo una preocupación mundial, agravada por conflictos armados y desequilibrios de poder históricos. En tu opinión, ¿cómo podría el movimiento por la paz converger con el movimiento feminista para guiar el proceso de construcción de paz, y qué rol asignaría a las mujeres en la sanación y reconciliación de comunidades divididas históricamente por la violencia y la opresión ejercidas?

BM: En la construcción de la paz es imperativo que las feministas tengan una visión anti-colonial e anti-imperialista. No en el sentido bélico y antagonista guiado por el deseo de eliminar el antípoda. Se trata de tener claridad histórica y un compromiso con procesos de paz y diálogos abiertos. Los movimientos por la paz deben de apuntar a lo mismo. Actualmente, se juega el todo por el todo. Los poderes de occidente están preparándose para una Tercera Guerra Mundial y la opción de una guerra nuclear está sobre el tapete. Las capacidades para el diálogo están, aparentemente, cerradas. La polarización, y la enajenación mental a partir de tecnologías comunicativas que distorsionan los circuitos tradicionales de comunicación, hacen el diálogo cada vez más difícil. Pero éste no es un momento para desistir. Es un momento para redoblar los esfuerzos de diálogo por la paz y reconciliación. Es obvio que la paz ha de construirse desde abajo. Los poderes fácticos están desacreditados y desgastados y obcecados en la destrucción.

· EARM: Desde el nacimiento mismo de América Latina parece haberse forjado en nuestras sociedades una suerte de arquetipo según el cual para mejorar (emanciparnos, liberarnos, vivir bien...) necesitamos a un otro dotado de una serie de características: capacidad de mando, fortaleza, valentía, vigor... Es el arquetipo machista al que hizo referencia Galtung en una anterior entrevista realizada en esta misma publicación (Ramos, 2021). No hay duda de los cambios que el movimiento feminista está logrando al respecto, sin embargo y por desgracia, siguen siendo explotadas y violadas las mujeres, y sigue siendo frecuente escuchar frases como "la violaron porque andaba provocando"... ¿Cómo lees la situación?, ¿qué papel podría jugar la educación?

BM: La educación juega un papel importantísimo en la pacificación de las sociedades. Por supuesto, si no se parte de una epistemología de la ignorancia que educa para el no saber, o de una colonialidad del saber donde se tergiversa la historia. Por el contrario, la educación puede ser una herramienta crucial para la constitución de sujetos sapientes, éticos y con conciencia histórica descolonial, orientados siempre a la praxis. No obstante, la educación no debe verse enclaustrada en las instituciones públicas y privadas. La educación debe ser también extramural, necesita ser parte de la educación política de los pueblos a través de sus organizaciones. Quizá habría que descolonizar el mismo concepto de educación que se separa de los aprendizajes de la vida cotidiana, del trabajo y la política. Después de todo, la educación como un sector separado o un aparato ideológico del estado fue concebida desde el poder moderno-colonial. Una de las primeras instituciones que el imperio español instala en nuestros territorios fueron las universidades y encargó al clérigo de re-educar a los indígenas para que desaprendieran su cultura y reaprendieran el mundo mediante la educación cristiana. Todo esto fue crucial para construir la sociedad colonial de la que descendemos. Los poderosos saben muy bien utilizar las herramientas de la educación.

Sin embargo, los de abajo en las últimas décadas han logrado conquistar espacios, sobre todo, dentro de las universidades. Las nuevas generaciones tienen hoy mayor acceso a contranarrativas en el proceso educativo que antaño. El conocimiento está más democratizado que hace apenas unos años mediante las nuevas tecnologías. Los pueblos indígenas y afrodescendientes incluso han creado sus propias universidades bajo nuevos parámetros. Pero los poderosos se han dado cuenta de este avance de los de abajo y están lanzando un contragolpe agresivo contra los nuevos conocimientos. Se desfinancia las universidades indígenas. Se prohíbe el uso de lo que llaman la ideología de género en documentos oficiales y se planea cerrar los programas de género en las universidades al llegar al poder. La teoría crítica de la raza se ha convertido en el blanco de la rabia de los más poderosos, por ejemplo, en EEUU donde los republicanos intentan erradicar la enseñanza de la historia colonial y la esclavitud de las escuelas. Como dijo escuetamente, J.D. Vance, candidato a la vice-presidencia del partido republicano en un discurso: “el enemigo es el profesor”, refiriéndose al profesor universitario. Se han ganado algunas batallas, pero en la medida de que la ultra-derecha fascistoide avanza los ataques contra los estudiantes y les educadores se volverán más violentos. Lo vemos ya en EE. UU.: la represión que ejercen las autoridades universitarias contra los estudiantes y profesorado que se pronuncia contra el genocidio sionista en Gaza. Se intenta imponer una narrativa falsa de los hechos, pero quizá sea demasiado tarde.

· EARM: El cuidado del medio ambiente se erige como uno de los ejes más importantes del accionar global en la actualidad. ¿Cómo sitúas las políticas neoliberales y la degradación del ambiente con las luchas anticoloniales y feministas, y qué rol cumplen los enfoques de género, interseccional y de derechos humanos para abordar una solución de manera integral?

BM: La profunda crisis ecológica que atraviesa el planeta ha llegado a casi un punto sin retorno. Tal como se ha llegado a contemplar una guerra nuclear, los poderosos de occidente en su afán de preservar su poder para toda una eternidad están dispuestos a acabar con la vida en el planeta mediante el capitalismo ultra neoliberal y la guerra perpetua. Dado que esta batalla inter-imperial ya la llevan perdida, se preparan para sucumbir ellos mismos en el combate. Occidente es una civilización de la muerte. Suicida. Lo fue desde un comienzo. Realizó los primeros genocidios de la historia. Implantó un sistema económico nacido de su ascenso imperial basado en una extracción extrema de la energía humana de los vencidos, primero, mediante la esclavitud, el trabajo forzoso, y, más tarde, el trabajo asalariado y el desempleo. Al mismo tiempo, condujo una extracción extrema de los recursos de la naturaleza que hoy alcanza sus límites. A esto ellos le llaman el mejor sistema económico posible, ciertamente, porque ha hecho a occidente inmensamente rico. Otros le llaman el capitaloceno para marcar no solo el comienzo del antropoceno (una era geológica desnaturalizada porque se genera a partir del accionar humano que irrumpe en los ciclos reproductivos de la naturaleza), sino para destacar que la crisis ecológica no es una obra de toda la humanidad, sino que es obra exclusiva de los que se beneficiaron hasta hoy de los bienes del capital desde la era colonial hasta hoy.

El cese de las guerras que son una de las fuentes de mayor contaminación ambiental y la construcción de la paz para una vida perpetua son las condiciones primarias para sobrevivir la catástrofe climática que se avecina. A estas alturas de la historia, los movimientos sociales deben articularse y no imitar la polarización tóxica que se observa en el ámbito político partidario. Como nunca el diálogo valiente, generoso y amplio entre distintos movimientos sociales se torna imprescindible. Una de las primeras tareas es aprender a dialogar no solo con los movimientos sociales que comparten los mismos ideales de paz y justicia, sino con aquellos que nos antagonizan. La tradicional postura agonística del poder y la política proveniente de occidente que estructura la democracia liberal electoral debe ser reemplazada por nuevos principios políticos basados en la primacía de la ética en la política; es decir, en una fusión de la ética de la responsabilidad hacia el Otro como pensaba Levinas (1993) con la ética ancestral de los pueblos originarios del mundo que reconoce la comunidad de la vida de todo, que incluye lo humano y lo no-humano. Los mayores esfuerzos en los próximos años deben estar dedicados a la creación de un sistema político bajo una nueva lógica del poder.

Las políticas de la paz y ecológicas deben al mismo tiempo concebirse como políticas planetarias y siempre imbuidas de una política de responsabilidad donde los destructores del planeta son invitados a resarcirse indemnizando al mundo el daño que sus acciones han producido. He aquí donde la descolonización de la política se hace ineludible. Los movimientos sociales deben ser guiados por una actitud descolonial que conduzca a una comprensión profunda de la interseccionalidad de los sistemas de poder que occidente nos ha legado. Solo un mundo descolonizado puede evitar la catástrofe climática. En estos momentos nos sentimos lejos de esta realidad. Pero es aun posible, aun todo es posible.

· BA: ¿Cómo lees la situación actual de nuestro continente, y qué papel podríamos jugar los pueblos y movimientos latinoamericanos frente a la deriva belicista-autoritaria global?

BM: A pesar de que nuestro continente muestra uno de los mayores índices de violencia, la violencia se dirige sobre todo hacia adentro y no hacia fuera. Esta situación está mancomunada con nuestra historia colonial y la permanente intrusión de EE. UU. en nuestros asuntos. Incluso el fenómeno del narcotráfico y las maras está vinculado a la política de ese país hacia nuestro continente. La guerra contra las drogas es, en este sentido, una especie de reactualización de las guerras del opio del siglo XIX. Se doblega al continente promoviendo el comercio ilícito de la droga y la venta de armamento mientras no existe una política interna en EE. UU. para reducir el consumo frenético de la droga en sus habitantes -que no sea otra más que el encarcelamiento masivo. La estrategia imperial ha sido, hasta ahora, mantener altísimos niveles de violencia al interior de nuestras sociedades que impiden paz, justicia y bienestar, y el uso de la guerra contra las drogas como una herramienta política.

En los últimos años, EE. UU. abatido por la contienda inter-imperial busca una nueva política hacia nuestro continente de alta peligrosidad. Esta política busca extraer nuestros recursos naturales que les son indispensables en su carrera económica y tecnológica contra China. Como bien dice Ramón Grosfoguel (González, 2023), a EE. UU. solo le ha quedado nuestro continente. El resto ha tenido que cedérselo a China, o al nuevo capitalismo multipolar. El plan de despojo de nuestros recursos, sin embargo, requiere no solo golpes de estado, sino que también invasiones militares sobre todo en países donde los gobiernos insisten en la defensa de su soberanía. Históricamente, EE. UU. ha evitado abrir escenarios de guerra en nuestro continente porque estarían muy cerca de su territorio. EE. UU. nunca ha peleado una guerra en su propio suelo, pero tal parece que está dispuesto a correr el riesgo abriendo escenarios de guerra en nuestro continente para acceder a nuestros recursos en caso de que sea necesario. EE. UU. es una economía de guerra y un Estado de guerra. Toda guerra beneficia su industria armamentista. Se ha vuelto la única forma de postergar la caída del imperio. Dado que las guerras a partir de Gaza son de exterminio de los pueblos la amenaza de esta nueva política de EE. UU. hacia nuestro continente es preocupante.

· EARM: Y, sin embargo, en América Latina, late la paz...

Es importante destacar, de hecho, que nuestra región, pese a sus altos niveles de violencia interna, ha sido una zona de paz si la comparamos con otras regiones del mundo. Quiérase o no, existe una confraternidad entre los pueblos que hace muy difícil recurrir a la guerra como forma de solución de conflictos entre nuestros países. Esta confraternidad de los pueblos debe extenderse hacia el norte. En la medida que los latinoamericanos constituyen un creciente porcentaje de la población de EE. UU. y que los pueblos indígenas y afrodescendientes de norte y sur se acercan, la viabilidad de una guerra contra nuestro continente se reduce. Nuestros pueblos del norte y el sur deben rehusarse a los designios del imperio. Los vasos de comunicación deben de ser entre los pueblos y no entre los estados. Los estados pueden perder su autonomía y hegemonía porque los pueblos del sur y el norte les dan la espalda construyendo otra realidad.

Solo el pueblo salva al pueblo.

REFERENCIAS

CLAIP (2020). Manifiesto por Una Nueva Normalidad. Revista Latinoamericana Estudios de la Paz y el Conflicto, 1(2), 167–173. https://doi.org/10.5377/rlpc.v1i2.997

González, C. (5 Diciembre 2023). [Entrevista a] Ramón Grosfoguel: "el imperialismo yanqui se juega la vida en América Latina y el Caribe". El Correo del Alba. https://www.correodelalba.org/2023/12/05/exclusivo-%E2%94%82ramon-grosfoguel-el-imperialismo-yanqui-se-juega-la-

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Notas de autor

Esteban A. Ramos Muslera es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Valladolid, Magister en Investigación Participativa para el Desarrollo Local y Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es el Coordinador del Área de Paz del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Miembro de la Directiva del Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz, Council member de la International Peace Research Association (IPRA) y Director de la Revista Latinoamericana Estudios de la Paz y el Conflicto. Ha escrito múltiples artículos de investigación científica sobre epistemología de la paz y el conflicto, y sobre Educación para la Paz. Es el autor responsable de la conceptualización de la Paz Transformadora
Bárbara Y. Araneda Olea es Magister en Investigación Participativa para el Desarrollo Local por la Universidad Complutense de Madrid y Magister Agentes y Políticas de Igualdad entre Mujeres y Hombres de la Universidad Complutense de Madrid. Es periodista y licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile. Actualmente, es profesional de apoyo de la Secretaría Regional Ministerial de la Mujer y la Equidad de Género, dedicándose principalmente al área de autonomía económica de las mujeres.

Información adicional

Cómo citar / citation: Ramos-Muslera, E.A. y Araneda, B. (2025). Descolonialidad y reconstrucción comunitaria: entrevista a Breny Mendoza. "No seremos libres sin la reconstitución de los lazos afectivos entre hombres y mujeres que constituyen el tejido social de toda comunidad". Estudios de la Paz y el Conflicto, Revista Latinoamericana, Volumen 6, Número 11, 151-163. https://doi.org/10.5377/rlpc.v6i11.19203

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