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agroquímicos y la pérdida de especies nativas, generando
la disminución de la riqueza de los recursos genéticos.
El mercado incentiva los sistemas de producción
modernos caracterizados por la siembra de monocultivos
de variedades comerciales. Esto afecta a los cultivos
autóctonos porque no existen políticas de mercado que
garanticen su conservación por razones de tradición,
representación simbólica o etnobotánica (Pérez et al.,
2019). La intervención de los programas de desarrollo y
reducción de la pobreza se han basado en la productividad,
desmereciendo el conocimiento tradicional que sostiene y
diversifica la alimentación (Lasso Paredes, 2021). Este
fenómeno también se observa en las comunidades Kichwa
participantes del estudio, debido a que su producción se
ha centrado en variedades de maíz y papa comerciales en
últimos años.
El cambio climático está generando fuerte impacto
socioeconómico en Ecuador, “donde se evidencia la alta
vulnerabilidad de las comunidades frente a las amenazas
contra la salud pública, la disponibilidad del recurso
hídrico, la seguridad alimentaria y la productividad
industrial” (Arteaga & Burbano, 2018, p. 80). Autores
como Núñez Rodríguez et al. (2018) resaltan la
importancia de la agricultura familiar andina,
caracterizada por realizar prácticas agroecológicas y
rescatar el saber ancestral. Además, se debe fortalecer la
investigación de la adaptabilidad de los cultivos andinos a
la variabilidad climática y la aplicación de tecnologías
propias de su cultura (Llosa Larraburre et al., 2009).
Actualmente, la comunidad Kichwa está viviendo una
transición nutricional. Este es un problema que afecta a la
región Andina en Ecuador debido a que aumenta el riesgo
de padecer enfermedades no transmisibles (ENT). Por lo
general, los alimentos que sustituyen a los locales como
las pastas, arroz entre otros, suelen ser altamente
procesados y contienen aditivos, carbohidratos y grasas
que afectan la salud a mediano y largo plazo de los
pobladores de la zona. Esto se debe a que las dietas
tradicionales han ido sustituyéndose por alimentos
occidentales, consecuencia del cambio de estilo de vida,
el cual se da por la urbanización de la comunidad que trae
consigo cambios en las formas de vida y reducción de las
áreas destinadas a la producción agrícola. Esto disminuye
también la disponibilidad de los alimentos andinos
(Carpio-Arias et al., 2018; Chee et al., 2019).
En Ecuador, el bajo acceso a los alimentos ricos en
nutrientes y la mala alimentación han generado
deficiencias en la nutrición infantil, provocando el retraso
del crecimiento del 25% de niños menores de 5 años. De
este porcentaje, el 63% de los niños con retraso moderado
a severo pertenecen a la zona rural. Estos casos son
alarmantes, tomando en cuenta que los alimentos
tradicionales de la región cada vez se producen y
consumen en menor cantidad (Chee et al., 2019). Los
niños y jóvenes de las tres comunidades Kichwa están
expuestos a problemas nutricionales por el cambio de su
dieta. Con ello, surge la necesidad de recuperar los
cultivos andinos de alto valor nutricional como los
reportados en este estudio. Tal es el caso de la mashua que
aporta a la dieta 10.9% de carbohidratos, 1.2% de
proteína, 0.8% de fibra, 0.2% de grasa y se destaca su
aporte en fósforo de 48 mg/100g (Surco Laos, 2004). Por
su parte, la oca contiene 10.4% de carbohidratos, 0.8% de
proteína, 0.8% de fibra, 0.5% de grasa y se resaltan los
micronutrientes de hierro (12.5 mg/100g), calcio (17.2
mg/100g), fósforo (28.2 mg/100g) y vitamina C (39.68
mg/100g) (León Marroú et al., 2011). Asimismo, el
melloco contiene 75% de carbohidratos, 15% de proteína,
6% de fibra y 1% de grasa, con un importante contenido
de vitamina C (11.5 mg/100g), fósforo (28 mg/100g) y
hierro (1.1 mg/100g) (Riveros Quiñones, 2019). A esto se
suma, la oportunidad de rescatar las tecnologías
tradicionales de manejo, procesamiento y consumo.
El rescate de los cultivos andinos constituye una
estrategia de adaptación al cambio climático porque se
asegura la producción de alimentos locales, a pesar de las
condiciones adversas como la sequía. Los huertos
familiares son una forma de aplicación de esta estrategia
y ayudan a revalorizar las prácticas ancestrales e
incrementar la producción de los alimentos de manera
sostenible (Meruvia Soria & Vargas Elío, 2018). En
Colombia, Montes Pérez et al. (2021) resaltan la
importancia de generar conocimiento básico de los
productos tradicionales, sus diferentes usos, propiedades
y preparaciones gastronómicas. Esto con el fin de
concientizar sobre la existencia y el rescate de estas
variedades de cultivos.
El deseo de recuperar las semillas nativas en las
comunidades de estudio se puede lograr con la
concientización e implementación de huertos familiares,
apoyado del intercambio y compra de semillas locales.
Esto último, preserva la diversidad fitogenética de la zona
Andina y también fortalece las tradiciones de las
comunidades indígenas, como sucede en las comunidades
amazónicas de Colombia y Brasil, quienes intercambian
las semillas entre áreas circundantes (Pérez et al., 2019).
Los mercados locales también son una alternativa que
comunidades indígenas como la Huasteca Potosina en
México usan para conservar la biodiversidad de plantas
comestibles autóctonas (Cilia López et al., 2015). Por
consiguiente, fortalecer los mercados locales contribuiría
a diversificar la dieta de los hogares, brindaría autonomía
en el manejo de las semillas y a la vez generaría ingresos
que incentivan a la producción de los cultivos andinos.
5. Conclusión
A raíz de la disminución de los cultivos andinos en las
comunidades Kichwa Shungubug Grande, Shungubug
Chico y Santa Rosa, se identificó el cambio en la dieta de
la población. Los comuneros han sustituido los alimentos
andinos por otros procesados y disponibles en el mercado.